lunes, 9 de noviembre de 2015

Aprendiendo de cada momento

 

   La convivencia es la piedra angular de toda sociedad. Pero pese a su importancia sigue siendo una asignatura pendiente. Dentro de mis limitaciones,  todos arrastramos nuestros lastres particulares, intento transmitir unos valores de respeto y comprensión a mi hijo. Y digo intento,  porque no siempre me resulta fácil entender ciertas conductas del ser humano.

   Más allá de nuestra cultura y creencias está el profundo respeto hacia la vida y el ser humano. Y por vida no me refiero sólo a ese transcurrir de los años en cada uno de nosotros,  el concepto es mucho más amplio,  recojo en general todo aquello que nace y se desarrolla, sea animal o planta.

   Porque la convivencia no debería basarse sólo en la idea de vivir entre humanos,  aunque en ocasiones ni ese mínimo se consigue, deberíamos reflexionar sobre la importancia que tiene la convivencia con otras especies que nos rodean. Claro que si entre nosotros mismos no somos capaces de respetarnos,  ¿cómo pretender que se haga lo mismo con algo "inferior"?

   Aún así yo sigo educando a mi hijo en base a ese respeto que le debemos a un espacio que,  en verdad,  no pertenece a nadie, por mucho que nos empeñemos en creer que unas escrituras nos otorga la íntegra propiedad de algo. O que un gobierno tiene el total control de las tierras que ocupa. Que ilusos somos. Quizá el plano material es el único en el que pensamos,  y para muchos el único que existe. Pero en verdad mucho perdemos con esa mirada tan limitada.

   Más allá del simple día a día materialista que nos envuelve existe otro mundo, otra realidad tan fuerte como ésta a la que permanecemos enganchados. Una en la que los valores aún tienen importancia,  en la que la palabra tiene su fuerza originaria y muestra la clase de persona que se es, una en la que un niño es tan valorado como un adulto,  o quizá más,  porque su pureza de pensamientos impide construir falsas murallas limitadoras de sueños. Una en la que los animales tienen voz, pese a que muchos les cueste oírles, y la naturaleza en su totalidad espera pacientemente el momento para hacerse entender.

   Nosotros vivimos aquí,  y hemos descubierto que no somos los únicos. Por eso he decidido apostar por educar en la convivencia real  con nuestro entorno, con todo aquello que nos rodea y con valentía,  porque somos humanos,  con mayor conciencia que otros seres y por lo tanto mayor responsabilidad de velar por ellos, respetarlos e integrarnos en este espacio de forma inteligente.

   Todos estamos de paso en este viaje llamado vida.

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