sábado, 27 de julio de 2013

Crucero II: Dubrovnik


   Nuestra siguiente parada, Dubrovnik. Como cada día, los primos, con su "uniforme corporativo", esta vez tocaba el verde. Objetivo, descubrir una ciudad que nos dejó totalmente encantados.

   Vamos a situarnos un poco.  Dubrovnik, o Ragusa, es una ciudad costera localizada en la región de Dalmacia en la moderna Croacia, está rodeada de murallas y fortificaciones, y se sitúa al pie de la montaña de San Sergio. Es uno de los centros turísticos más importantes del mar Adriático. Curiosidades de la vida, la palabra Dubrovnik significa Robledal, quizá por eso me guste tanto.

    Toda la economía de Ragusa se basaba en la navegación y el comercio marítimo. Navegar era tan importante que cada hombre debía plantar a lo largo de su vida cien cipreses. Después de cincuenta años, esa madera serviría para la construcción de barcos. En 1667 un terremoto destruyó casi por completo la ciudad, acabando con el 40% de la población, ese fue el declive de la ciudad.

    En 1991 los electores votaron por la República de Croacia, independiente de Yugoslavia. Para detener ese proceso de independencia el ejército, compuesto en su mayoría por serbios y montenegrinos, declaró la guerra a los croatas. Lanzó un ataque terrestre, marítimo y aéreo al mismo tiempo sobre Dubrovnik. La ciudad, desarmada, fue asediada durante seis meses. La mayoría de los edificios tuvieron que ser reconstruidos.



   Para admirar las impresionantes vistas de la ciudad, que nos ofrece la parte alta del Monte Srdj, no dudamos en subirnos en su funicular. Fue construido en el año 1969 siendo muy utilizado por los visitantes y los habitantes locales, para disfrutar de esas vistas aéreas del famoso casco antiguo de la ciudad. Durante la guerra fue usado como transporte de más de 2,5 millones de personas para llevarlos a la parte alta de la colina, antes de ser destruido.

    La verdad es que la vista merece la pena. Pero para llegar al mejor lugar, para fotografiar todo Dubrovnik, paseamos por una zona bastante maltrecha, donde aún quedan huellas palpables de lo terrible que debió de ser ese fatídico año de 1991.




   Una vez realizadas las fotos pertinentes, que no fueron pocas dicho sea de paso, bajamos de nuevo para centrarnos en el casco antiguo.  Aunque no sin antes fotografiar este pequeño puesto de monedas, con las que realizaban souvenirs originales.



    La ciudad cuenta con varios puertos. Aquí el más cercano a la zona antigua. Claro, que al ser nuentro tercer día en el crucero, aún nos apetecía ver los "barquitos".



    Personalmente me sentí como si hubiese retrocedido en el tiempo. Sus calles empedradas, todo peatonal y esa relativa tranquilidad que se respiraba, hicieron que acabase enamorada de la bella Dubrovnik.

 
   Es impresionante admirar sus murallas y pasear por sus calles. No imaginas que, hace relativamente poco, sufriera un ataque tan brutal destruyendo tanto a su paso. 

     Atravesar sus puertas es indescriptible. Quizá la ausencia de tráfico rodado esta zona es la que más me gustó. Poder pasear libremente, sin preocuparse de pitidos y demás vehículos, nos recuerda que hubo un tiempo en el que las calles podían ser seguras y el peatón ser enteramente el dueño.

      Y, como no podía ser de otro modo, nos paramos un rato a disfrutar de la música "callejera", con una banda bastante chula que amenizaba el paseo de cualquiera que prestase un poquito de atención.


      Realmente el centro de la ciudad es pequeño. No tiene demasiada pérdida, hasta yo misma con un plano podría moverme con relativa facilidad. Una calle principal a la que van a parar todas las demás, y todo ello cerrado por una muralla que ha sido la "responsable" de considerarla como una de las grandes fortificaciones de la Edad Media, ya que nunca fue violada por un ejército hostil durante este período de tiempo.


   En el centro encontramos la Plaza Luza, rodeada de edificios y monumentos. El Palacio Sponza  fue, durante la República de Ragusa, sede de la Aduana, por lo que también se le conoce como Divona. El nombre Sponza se debe a que era el sitio donde se recogía el agua de lluvia, y deriva de la palabra “spongia”, equivalente a alluvium, en latín. Este palacio es uno de los pocos edificios que no fue destruido por el terremoto de 1667. Actualmente funciona allí el Archivo de Dubrovnik. La Torre del Reloj es otro emblema de la ciudad de Dubrovnik.
 



   ¿Podéis creer que no recuerdo nítidamente como es la Catedral? Tengo una leve imagen de un interior bastante luminoso, se podría decir incluso que alegre. Realmente entré de pasada, acompañando a mi hijo que, como viene siendo habitual en él, no duró más que escasos segundos dentro.  




   De la estética del entorno poco tengo que contar, con sólo mirar esta entrada de tienda, creo que todo queda bastante claro ¿no es verdad? Evidentemente no todo era así de glamuroso, las tiendas de souvenirs suelen ser muy parecidas en todas partes, pero algunas despuntaban por su elegancia.






   Y aunque Dubrovnik no carece de encanto, también tiene su parte durilla. Ahora las escaleras de mi casa me parecen de risa.



   También las terrazas son internacionales, y da gusto verlas así, tan limpias y con esa tranquilidad que da la ausencia de coches.

 
     Pero no os vayáis a pensar que estábamos solos, que es lo que parece viendo las fotos. Realmente es cosa de mi cuñada, especialista en sacar el máximo partido a su cámara, con el mínimo de personas "incordiando" ;-P



    Pero eso sí, es capaz de encontrar los rincones más bonitos, tranquilos y regalarnos imágenes como éstas.




   Finalmente, tras una agotadora jornada de paseo y calor, "la mamma" nos obsequió a todos con un refrescante helado artesano que ninguno despreció.

   Vuelta al barco, ducha rápida, cambio de ropa y todos al Gran Teatro para ver el espectáculo del día: "Agra Bollywood", bastante entretenido, pero muy lejos de parecerse a los maravillosos bailes de mi querida Susana, toda una artista. 

miércoles, 24 de julio de 2013

Crucero I: Venecia


   Este verano hemos tenido la inmensa suerte de poder realizar un crucero, cortesía de la abuela de mi hijo (la palabra suegra suena demasiado peyorativa) en adelante "la mamma", con la familia. Aunque la experiencia ha sido extraordinaria, debemos reconocer que las vacaciones en un barco no ha sido nuestro ideal. Pese a todo lo hemos disfrutado muchísimo.

   Teniendo en cuenta que era la primera vez que ambos, mi hijo y yo, montábamos en avión, no resultamos demasiado "paletos" en el aeropuerto, ni en el embarque.  Claro que ir acompañados hace mucho, sobre todo con mis cuñados y "la mamma", que en esto de los viajes tienen bastante experiencia.


   Una vez facturadas las maletas y sin contratiempos de última hora, embarcamos hacia nuestro primer destino, rumbo Venecia. 

    Venecia se extiende sobre un archipiélago de 118 islas, unidas entre si por más de 400 puentes, y resguardadas del mar por bancos de arena denominados "lidi". En el interior de la ciudad, no hay tráfico rodado. 





   El transporte colectivo se realiza mediante embarcaciones transbordadoras conocidas como vaporettos. Las famosas y tradicionales góndolas son más bien utilizadas como atracción turística, o ciertos eventos, pero no como transporte habitual. 



    Sus canales componen un gran entramado a modo de calles que parten del Gran Canal, gran avenida por donde discurren multitud de embarcaciones de todos los tamaños. Está bordeado de decenas de antiguos palacios góticos, renacentistas, barrocos y de residencias de las viejas familias patriarcas. Lo cruzan puentes como el Rialto, el más conocido de la ciudad y que lleva al barrio financiero.


Vista desde el puente Rialto hacia el Gran Canal.

   En nuestro primer día recorrimos la parte veneciana más cercana al puerto. Podría decirse que nos "perdimos" alguna que otra vez, entre tanta callejuela y canales tan iguales, pero salimos airosos de la situación. Vamos que llegamos perfectamente a la cena, aunque eso sí, agotados y exhaustos. También tengo que agradecer a mi cuñado Jose su gran trabajo de guía. Realizar las excursiones con el barco hubiese sido tremendamente costoso y no nos hubiesen aportado tanto. Aunque hubo momentos en los que nos llevaba con la lengua fuera, literalmente hablando, también pudimos disfrutar de muchos rincones que nos hubiesen pasado desapercibidos, la Venecia "menos turística". Así da gusto viajar, ¿verdad?






 
  No quiero dejar pasar la oportunidad de poner una foto que, personalmente, me llega al alma. Mi hijo tomando a su tío de la mano. Para cualquiera puede parecerle algo tremendamente normal, pero en nuestro caso particular, este momento encierra mucho más de lo que pueda parecer a simple vista. De nuevo, ¡gracias cuñao' por estar ahí!


   El segundo día utilizamos un battello (pequeño barco) para recorrer la otra parte que nos faltaba. Fueron 20 minutos de navegación a través del Canal della Giudecca, en la que un guía nos explicaba la historia veneciana mientras llegábamos a Riva degli Schiavoni, cerca de la Plaza de San Marcos.










      Una vez en nuestro destino la primera parada obligada fue el Puente de los Suspiros (Ponte dei Sospiri). Es uno de los puentes más famosos de Venecia. Está muy cerca de la Plaza de San Marcos y une el Palacio Ducal con la antigua prisión de la Inquisición, cruzando el Rio Di  Palazzo. Lejos de ser algo romántico, como algunos creen, realmente debe su nombre a los suspiros de los prisioneros que, desde aquí, veían por última vez el cielo y el mar.






   Algo que se había pasado de largo contar es relativo al "uniforme corporativo" de los primos. Decidieron ir todos, durante los días del crucero, con la misma camiseta, para muestra un botón. A toro pasado diré que esta logística nos resultó muy útil para tenerlos a todos  "controlados", con una mirada ya los localizabas en cualquier sitio. Eso sí, enseguida les llamaban por su nombre.

     Y ¿qué decir de la Plaza de San Marcos?, sencillamente es para quedarse sin habla. Abierta al Gran Canal, está enmarcada por hermosos pórticos con edificios y cafés. Se creó a finales del siglo XII, cuando se anegó el canal que la cruzaba, y fue remodelada en el siglo XV, momento en el que se erigió la torre del Reloj, con sus famosas figuras de bronce, un círculo zodiacal y un león alado, símbolo de Venecia. 









   La plaza está delimitada por edificios famosos:  la basílica de San Marcos, el Campanile de ladrillo (con casi 100 metros de alto, se señalaban la llegada de los barcos y los incendios de la ciudad), el Palacio Ducal y la Torre del Reloj. La gran plaza tiene una longitud de casi 350 metros, que se hacen kilométricos a la hora de buscar un baño público. 

   Tras disfrutar de la Venecia más comercial, trajimos máscaras y más recuerdos propios de esta peculiar ciudad, regresamos al barco para comer y, finalmente, subir a cubierta y despedirnos de ella. 

 




    Y hasta aquí la crónica del día. Las próximas serán menos extensas, o eso creo ;-D
 Nota:
   En la actualidad la ciudad afronta una grave amenaza por las repetidas inundaciones. En primavera y otoño tiene lugar la llamada acqua alta (marea alta), dos veces al día, que inunda completamente la Plaza de San Marcos. Es curioso ver los tablones que hay fuera de la Basílica de San Marcos para poder entrar cuando ésta está inundada.