viernes, 14 de agosto de 2015

Watch me move


Un viaje por la animación, eso es lo que nos ha movido para ir a esta exposición, el título tan sugerente. No deja de resultar curioso saber que el origen de la animación proviene de las observaciones científicas basadas en el estudio del cuerpo humano y de los animales. Fueron realizadas por los cronofotógrafos Étienne-Jules Marey a finales del siglo XIX y pioneros cinematográficos como los hermanos Lumiére o George Meliès. La primera parte de la exposición nos muestra, precisamente, estos primeros cortometrajes que no dejan de tener un encanto especial.




Poco a poco nos vamos adentrando en el paso de los años para ir viendo la evolución tan veloz que la animación ha tenido en toda su historia. Ya no sólo se basa en simples películas de dibujos animados, quién lo diría, ahora la animación forma parte de muchas películas de las que yo denomino de carne y hueso. Mundos virtuales, personajes de fantasía, experimentación visual,... vamos que la animación tiene su límite en la imaginación del creador.


Pese a lo llamativo del tema, que decir, realmente la exposición  no ha cumplido mis expectativas. Muchas pantallas presentando fragmentos de películas o imágenes en movimiento, pero sin un guión claro. Aunque imagino que en este aparente caos el orden está presente, pese a que yo no lo pude percibir. A los niños no pareció disgustarles, quizá porque es un público menos "adiestrado" o "cuadriculado", pero personalmente no creo que repitiese experiencia.



De la última sala salí, digamos, "espantada". Realmente no la percibí apta para los niños, por la estética, por la cantidad de pantallas alineadas en un mismo sitio y por las imágenes que allí se proyectaban. Era como estar en una sala de los horrores cinematográficos. ¿Dónde quedó Bambi?, es mi pensamiento más irónico, pese a que el recuerdo del mismo no es tampoco demasiado grato.

Conclusión, que día más agradable con los amigos, disfrutando de unas buenas patatas bravas, una cerveza con limón (sin alcohol, no perdamos las buenas costumbres) y de postre un buen helado. El resto, digamos que... mera anécdota.