Realmente no me apasionan las flores, reconozco que son bonitas y alegran, me gustan más otras plantas como el romero, el tomillo, la lavanda, arbustos en general. Pero parece ser que mi hijo no es de la misma opinión.
Así que aquí me tenéis, con un puñado de petunias en la ventana del cuarto, porque a mi peque le ha dado por la jardinería en su sentido más amplio.
Ya comenzamos hace tiempo plantando semillas, que por cierto aún siguen sin nacer, y ahora parece que se está animando en esto de plantar.
Claro que a la parcela le hace falta una buena limpieza, las malas hierbas nos rodean sin piedad, ¿quién necesita gimnasio teniendo tanto por hacer? Poco a poco vamos avanzando y mi hijo está encantado con este nuevo plan.
Aquí le tenemos azada en mano intentando limpiar de tanta maleza una pequeña parte de la parcela, con un invento de mi madre para no quemarse al sol, que estos días está desatado, y con un ímpetu nada desdeñable.
Tanta ha sido su emoción con la herramienta, que ha acabado de esta manera, toda doblada. Esperemos que su tío sea capaz de arreglarla, o mucho me temo me tocará comprarle otra. Porque la vena jardinera le ha entrado muy fuerte. Quizá, en unos años, pueda también presumir de jardín. Quien sabe.
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