Hoy toca día reflexivo, de aprendizaje e interiorizar conceptos que nos cuesta tanto cambiar. Porque se supone que todo está estructurado de la mejor manera para que el aprendizaje nos resulte provechoso y cómodo. Pero claro, para el que sentó esas bases primeras sería así, no obstante hay mil tipos de personas con sus particulares formas de aprender, y todas son válidas, aunque no todas aceptadas de forma generalizada.
Ayer vi claramente esta afirmación. Tengo claro que mi hijo tiene su manera particular de instruirse y en nada su técnica coincide con la que yo tengo. Sin lugar a duda la mía es el resultado de años bajo el yugo del sistema, así que la acepté como única durante mucho tiempo, hasta que él hizo que tambalease toda esa estructura bajo mis pies. No tuve más remedio que meditar al respecto y ver que no solo un camino conduce a Roma, como se diría de forma popular.
Dentro de su pequeño mundo tiene muy claras sus prioridades, solo tengo que conseguir no entorpecer demasiado su camino contaminándole con mis prejuicios. Que el problema es mío, no suyo, así que mi trabajo siempre es el más costoso, puesto que muchas veces me doy cuenta cuando el mal está casi hecho. Otras, como la que vivimos en estos momentos, las percibo a fuerza de su determinación, aunque aún le cuesta expresar lo que siente dentro y tengo que ir adivinando lo que apenas puedo percibir.
Pero creo que en esta ocasión tenemos una pequeña batalla ganada, nos hemos entendido y creo entrever como va a funcionar su mente en lo que él más adora, su música. Hasta ahora habíamos intentado buscar temas que le gustasen para practicar con su violín, ninguno le llegaba a llenar plenamente y se estaba convirtiendo en un gran muro que se negaba a saltar. Pero la insistencia de una madre como yo, lo reconozco soy pesada hasta la saciedad, hacen que al final pueda poner palabras a su remolino de sentimientos y sensaciones, así que lo único que necesitaba era sentirse libre y no dirigido.
Ahora quedaba la segunda parte, intentar transmitir eso a su profesora. Pero ella ha sabido estar a la altura. De ahí que me sienta tan pletórica, puesto que en los pocos meses que lleva mi hijo con su instrumento he visto la luz en sus ojos por segunda vez, la primera en su primera clase. Ayer se sentía libre, quería improvisar y componer su propia música y allí estaban los dos, disfrutando del momento. Se que hay maneras de aprender a tocar, pero a mi hijo no le vale cualquiera, tiene que sentirse el dueño y señor de lo que hace, la técnica vendrá después, y su profesora así lo ha entendido también.
Esperemos que esta nueva manera de encarar su afición le lleve a explorar nuevos sonidos, que jugue mientras aprenda y sobre todo que disfrute de lo que está haciendo.
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