El pasado fin de semana estuvimos de camping con un grupo de familias. La finalidad era visitar Cuenca y el Parque El Hosquillo, aunque nosotros no llegamos a visitar la ciudad, mi hijo prefirió quedarse en el camping a jugar con sus amigos, el parque nos gustó mucho. Por la noche tuvimos un pequeño curso de astronomía, aunque no pudimos quedarnos hasta el final, el sueño nos vencía. Era importante descansar, el sábado nos esperaba una intensa visita al parque.
Tuvimos que hacer dos turnos para poder verlo, éramos demasiadas familias para entrar, así que nosotros nos apuntamos a la visita de la tarde.
Aún así también nos dividieron. Nuestro grupo empezó a ver el parque por el museo que tienen. No es que nos gustase la idea de ver animales disecados, pero es lo que había. Una práctica que, por suerte, ha dejado de utilizarse hace muchos años. En la foto, una familia que Linces ibéricos que se encontró en una casa particular. Ahora, propiedad del parque, junto con otros animales que corrieron la misma suerte, son utilizados para enseñar a los niños sobre su comportamiento en la naturaleza y las particularidades de cada uno.
Ya sólo el paseo por el parque merece la pena. Aunque las tres horas que duró la visita nos pasó factura, al menos a mí.
Vimos también algunos peces, aunque lo que más agrada es sentir el correr del agua.
Este árbol fue alcanzado por un rayo hacía poco. Nos mostraron la marca que se queda en la corteza. En ocasiones, el rayo que alcanza a un árbol, no provoca un incendio de inmediato, puede estar días quemando al árbol en su interior hasta que sale al exterior.
Presentamos al único animal que se puede "acariciar" en el parque. Un muflón que fue rescatado y criado a biberón por todos los integrantes de El Hosquillo. Atiende cuando se le llama y, para muestra la foto, se muestra bastante cariñoso con todo aquel que le presta un poco de atención.
El final del recorrido es la visita a los osos. Con suerte los vimos abajo, quizá ya tienen los horarios fijados para que así sea. Bajan a esa parte del parque donde les dan de comer, una pequeña ayuda para que puedan subsistir, dado que necesitan un espacio enorme para poder alimentarse, y el parque tiene sus limitaciones. Hay muchos individuos, entre adultos y oseznos, por lo tanto necesitan un aporte extra. Eso y la curiosidad que les lleva a vernos como si fuésemos un espectáculo, porque mirando la foto me pregunto, ¿quién observa a quién?
A la salida de la "zona oso", nos encontramos con este pequeño refugio, utilizado por los obreros que construyeron esa parte del parque, y que los niños encontraron bastante divertido para jugar.
Las vistas son impresionantes.
De regreso a casa, ya el domingo, nos paramos un poco a orillas del Tajo. Comimos estupendamente y los peques jugaron gran parte de la tarde. En este caso, experimentaron con el agua (dinámica de fluidos) realizando un circuito con varios niveles. Las experiencias y los juegos son nuestros mejores maestros.
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