Ayer fue día de campo. Hacía tiempo que no hacía tanto ejercicio, subir por el monte pasa factura, así que hoy creo que no haré demasiadas cosas que requieran demasiado esfuerzo físico.
Pero mi hijo lo disfrutó muchísimo. Muchos de sus amigos estuvieron en la excursión y jugaron todo y más. Además de desarrollar un gran sentido del equilibrio, estas actividades en plena naturaleza, ayuda mucho a fomentar un correcto sentido de la orientación y cooperación entre ellos.
Iban todos en grupo, 14 niños de edades entre tres y 13 años. La subida se hizo como en dos grupos, los niños optaron por el camino más corto y empinado, y los menos niños (nosotros, se entiende) por el camino, algo más cómodo pero también machacante.
Una vez arriba comimos en un llano, descansamos, charlamos e iniciamos descenso, porque los niños salieron en bandada a seguir jugando por entre los árboles. Todos juntos, esperándose unos a otros, ayudándose y disfrutando del día. Toda una lección de cooperación mientras se estudia el terreno. Saber donde y como pisar para no resbalarse y bajar rodando.
Aunque en un momento se nos despistaron, estábamos tranquilos, porque sabíamos que ninguno se descolgaría, ni tan siquiera el pequeñín, que aguantó el tramo como un jabato. Es lo bueno de esta "tribu", que ninguno está desprotegido.
Cuando los encontramos estaban juntos, jugando a que huían de los romanos, mi hijo me contó que los romanos éramos nosotros), así que debían moverse silenciosamente y siempre pendiente de nuestra posición. Como para preocuparse.
Es maravilloso ver como niños de edades tan dispares pueden convivir, jugar, apoyarse y ayudarse de este modo. Todos pendientes de todos y con una armonía que asombraría a cualquiera. Estos serán los adultos del futuro, personas íntegras, empáticas y respetuosas.
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