Nuestra siguiente parada, Dubrovnik. Como cada día, los primos, con su "uniforme corporativo", esta vez tocaba el verde. Objetivo, descubrir una ciudad que nos dejó totalmente encantados.
Vamos a situarnos un poco. Dubrovnik, o Ragusa, es una ciudad costera localizada en la región de Dalmacia en la moderna Croacia, está rodeada de murallas y fortificaciones, y se sitúa al pie de la montaña de San Sergio. Es uno de los centros turísticos más importantes del mar Adriático. Curiosidades de la vida, la palabra Dubrovnik significa Robledal, quizá por eso me guste tanto.
Toda la economía de Ragusa se basaba en la navegación y el comercio marítimo. Navegar era tan importante que cada hombre debía plantar a lo largo de
su vida cien cipreses. Después de cincuenta años, esa madera serviría
para la construcción de barcos. En 1667 un terremoto destruyó casi por completo la ciudad, acabando con el 40% de la población, ese fue el declive de la ciudad.
En 1991 los electores votaron por la República de Croacia, independiente de Yugoslavia. Para detener ese proceso de independencia el ejército, compuesto en su mayoría por serbios y montenegrinos,
declaró la guerra a los croatas. Lanzó un ataque terrestre, marítimo y aéreo al mismo tiempo sobre Dubrovnik. La ciudad, desarmada, fue asediada durante seis meses. La mayoría de los edificios tuvieron que ser reconstruidos.
Para admirar las impresionantes vistas de la ciudad, que nos ofrece la parte alta del Monte Srdj, no dudamos en subirnos en su funicular. Fue construido en el año 1969 siendo muy utilizado por los visitantes y los habitantes locales, para disfrutar de esas vistas aéreas del famoso casco antiguo de la ciudad. Durante la guerra fue usado como transporte de más de 2,5 millones de personas para llevarlos a la parte alta de la colina, antes de ser destruido.
La verdad es que la vista merece la pena. Pero para llegar al mejor lugar, para fotografiar todo Dubrovnik, paseamos por una zona bastante maltrecha, donde aún quedan huellas palpables de lo terrible que debió de ser ese fatídico año de 1991.
Una vez realizadas las fotos pertinentes, que no fueron pocas dicho sea de paso, bajamos de nuevo para centrarnos en el casco antiguo. Aunque no sin antes fotografiar este pequeño puesto de monedas, con las que realizaban souvenirs originales.
La ciudad cuenta con varios puertos. Aquí el más
cercano a la zona antigua. Claro, que al ser nuentro tercer día en el
crucero, aún nos apetecía ver los "barquitos".
Personalmente me sentí como si hubiese retrocedido en el tiempo. Sus calles empedradas, todo peatonal y esa relativa tranquilidad que se respiraba, hicieron que acabase enamorada de la bella Dubrovnik.
Es impresionante admirar sus murallas y pasear por sus calles. No imaginas que, hace relativamente poco, sufriera un ataque tan brutal destruyendo tanto a su paso.
Atravesar sus puertas es indescriptible. Quizá la ausencia de tráfico rodado esta zona es la que más me gustó. Poder pasear libremente, sin preocuparse de pitidos y demás vehículos, nos recuerda que hubo un tiempo en el que las calles podían ser seguras y el peatón ser enteramente el dueño.
Y, como no podía ser de otro modo, nos paramos un rato a disfrutar de la música "callejera", con una banda bastante chula que amenizaba el paseo de cualquiera que prestase un poquito de atención.
Realmente el centro de la ciudad es pequeño. No tiene demasiada pérdida, hasta yo misma con un plano podría moverme con relativa facilidad. Una calle principal a la que van a parar todas las demás, y todo ello cerrado por una muralla que ha sido la "responsable" de considerarla como una de las grandes fortificaciones de la Edad Media, ya que nunca fue violada por un ejército hostil durante este período de tiempo.
En el centro encontramos la Plaza Luza, rodeada de edificios y monumentos. El Palacio Sponza fue, durante la República de Ragusa, sede de la Aduana, por lo que también se le conoce como Divona. El nombre Sponza se debe a que era el sitio donde se recogía el agua de
lluvia, y deriva de la palabra “spongia”, equivalente a alluvium, en
latín. Este palacio es uno de los pocos edificios que no fue destruido por el
terremoto de 1667. Actualmente funciona allí el Archivo de Dubrovnik. La Torre del Reloj es otro emblema de la ciudad de Dubrovnik.
¿Podéis creer que no recuerdo nítidamente como es la Catedral? Tengo una leve imagen de un interior bastante luminoso, se podría decir incluso que alegre. Realmente entré de pasada, acompañando a mi hijo que, como viene siendo habitual en él, no duró más que escasos segundos dentro.
De la estética del entorno poco tengo que contar, con sólo mirar esta entrada de tienda, creo que todo queda bastante claro ¿no es verdad? Evidentemente no todo era así de glamuroso, las tiendas de souvenirs suelen ser muy parecidas en todas partes, pero algunas despuntaban por su elegancia.
Y aunque Dubrovnik no carece de encanto, también tiene su parte durilla. Ahora las escaleras de mi casa me parecen de risa.
También las terrazas son internacionales, y da gusto verlas así, tan limpias y con esa tranquilidad que da la ausencia de coches.
Pero no os vayáis a pensar que estábamos solos, que es lo que parece viendo las fotos. Realmente es cosa de mi cuñada, especialista en sacar el máximo partido a su cámara, con el mínimo de personas "incordiando" ;-P
Finalmente, tras una agotadora jornada de paseo y calor, "la mamma" nos obsequió a todos con un refrescante helado artesano que ninguno despreció.
Vuelta al barco, ducha rápida, cambio de ropa y todos al Gran Teatro para ver el espectáculo del día: "Agra Bollywood", bastante entretenido, pero muy lejos de parecerse a los maravillosos bailes de mi querida Susana, toda una artista.
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