Este verano hemos tenido la inmensa suerte de poder realizar un crucero, cortesía de la abuela de mi hijo (la palabra suegra suena demasiado peyorativa) en adelante "la mamma", con la familia. Aunque la experiencia ha sido extraordinaria, debemos reconocer que las vacaciones en un barco no ha sido nuestro ideal. Pese a todo lo hemos disfrutado muchísimo.
Teniendo en cuenta que era la primera vez que ambos, mi hijo y yo, montábamos en avión, no resultamos demasiado "paletos" en el aeropuerto, ni en el embarque. Claro que ir acompañados hace mucho, sobre todo con mis cuñados y "la mamma", que en esto de los viajes tienen bastante experiencia.
Una vez facturadas las maletas y sin contratiempos de última hora, embarcamos hacia nuestro primer destino, rumbo Venecia.
Venecia se extiende sobre un archipiélago de 118 islas, unidas entre si por más de 400 puentes, y resguardadas del mar por bancos de arena denominados "lidi". En el interior de la ciudad, no hay tráfico rodado.
El transporte
colectivo se realiza mediante embarcaciones transbordadoras conocidas
como vaporettos. Las famosas y tradicionales góndolas son más bien utilizadas como atracción turística, o ciertos eventos, pero no como transporte habitual.
Sus canales componen un gran entramado a modo de calles que parten del Gran Canal, gran avenida por donde discurren multitud de embarcaciones de todos los tamaños. Está bordeado de decenas de antiguos palacios góticos, renacentistas, barrocos y de residencias de las viejas familias patriarcas. Lo cruzan puentes como el Rialto, el más conocido de la ciudad y que lleva al barrio financiero.
Vista desde el puente Rialto hacia el Gran Canal.
En nuestro primer día recorrimos la parte veneciana más cercana al puerto. Podría decirse que nos "perdimos" alguna que otra vez, entre tanta callejuela y canales tan iguales, pero salimos airosos de la situación. Vamos que llegamos perfectamente a la cena, aunque eso sí, agotados y exhaustos. También tengo que agradecer a mi cuñado Jose su gran trabajo de guía. Realizar las excursiones con el barco hubiese sido tremendamente costoso y no nos hubiesen aportado tanto. Aunque hubo momentos en los que nos llevaba con la lengua fuera, literalmente hablando, también pudimos disfrutar de muchos rincones que nos hubiesen pasado desapercibidos, la Venecia "menos turística". Así da gusto viajar, ¿verdad?
El segundo día utilizamos un battello (pequeño barco) para recorrer la otra parte que nos faltaba. Fueron 20 minutos de navegación a través del Canal della Giudecca, en la que un guía nos explicaba la historia veneciana mientras llegábamos a Riva degli Schiavoni, cerca de la Plaza de San Marcos.
Una vez en nuestro destino la primera parada obligada fue el Puente de los Suspiros (Ponte dei Sospiri). Es uno de los puentes más famosos de Venecia. Está muy cerca de la Plaza de San Marcos y une el Palacio Ducal con la antigua prisión de la Inquisición, cruzando el Rio Di Palazzo. Lejos de ser algo romántico, como algunos creen, realmente debe su nombre a los suspiros de los prisioneros que, desde aquí, veían por última vez el cielo y el mar.
Algo que se había pasado de largo contar es relativo al "uniforme corporativo" de los primos. Decidieron ir todos, durante los días del crucero, con la misma camiseta, para muestra un botón. A toro pasado diré que esta logística nos resultó muy útil para tenerlos a todos "controlados", con una mirada ya los localizabas en cualquier sitio. Eso sí, enseguida les llamaban por su nombre.
Y ¿qué decir de la Plaza de San Marcos?, sencillamente es para quedarse sin habla. Abierta al Gran Canal, está enmarcada por hermosos pórticos con edificios y cafés. Se creó a finales del siglo XII, cuando se anegó el canal que la cruzaba, y fue remodelada en el siglo XV, momento en el que se erigió la torre del Reloj, con sus famosas figuras de bronce, un círculo zodiacal y un león alado, símbolo de Venecia.
La plaza está delimitada por edificios famosos: la basílica de San Marcos, el Campanile de ladrillo (con casi 100 metros de alto, se señalaban la llegada de los barcos y los incendios de la ciudad), el Palacio Ducal y la Torre del Reloj. La gran plaza tiene una longitud de casi 350 metros, que se hacen kilométricos a la hora de buscar un baño público.
Tras disfrutar de la Venecia más comercial, trajimos máscaras y más recuerdos propios de esta peculiar ciudad, regresamos al barco para comer y, finalmente, subir a cubierta y despedirnos de ella.
Y hasta aquí la crónica del día. Las próximas serán menos extensas, o eso creo ;-D
Nota:
En la actualidad la ciudad afronta una grave amenaza por las repetidas
inundaciones. En primavera y otoño tiene lugar la llamada acqua alta (marea alta), dos veces al día, que inunda completamente la Plaza de San Marcos. Es curioso ver los tablones que hay fuera de la Basílica de San Marcos para poder entrar cuando ésta está inundada.
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