El pasado sábado repetimos con Pagagnini, una obra muy recomendable para todos aquellos amantes de la música y el humor. Aunque no es la primera vez que lo vemos hay que decir que disfrutamos como siempre. Mi hijo, que no solo lo vivió como sólo él sabe hacerlo, acompañó el ritmo con unos compases a la tabla dignos de escuchar. Y es que el auditorio donde actuaron era el de la Universidad, con lo que cada sitio contaba con una pequeña mesa auxiliar desmontable, que a los peques les vino genial, sobre todo al mío.
Tras el espectáculo, que terminó antes de las ocho de la tarde, nos quedamos en la plaza para que los niños jugasen. Aunque nosotros llevábamos ya mucho trote, con taller de percusión incluido esa misma mañana, aguantamos hasta bien tarde, dado que la compañía era más que agradable.
Y es que ir de concierto siempre nos gusta, pero si además le añadimos familias con las que tenemos tanta afinidad, la actividad acaba siendo perfecta. Gracias por ese día y esperemos que existan muchos más.
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